Insisto hasta convencerme 2015
Conocer la práctica artística de Agustina Girardi y su propuesta para esta exposición, me produjo la sensación de haber entrado en contacto con algo que me modificaría. Para escribir, iba a necesitar ser precisa. Ser complejo es fácil, lo difícil es hacer algo simple. La frase la dijo Perrone, el cineasta. La escuché mientras almorzaba y tras haber prendido la tele, con el afán de distraerme o no pensar. La TV, ese magma en el que nos sumergimos pues conserva aún la apariencia de lo superfluo, esconde tesoros como esa frase, escuchada al pasar, en un almuerzo. O como cuando decidida a dormir y en el punto en que lo lograba, este texto se escribía solo, en mi semiconciencia. Algo habíamos hablado sobre esto con Agustina en la cocina de su casa, sobre las acciones que hacemos sin pensar y el efecto que producen en la mente.
Cuando me fui del encuentro me subí al auto y experimenté precisamente eso. Manejé sin pensar, y me dirigí a mi casa, aunque esos días estaba viviendo en otro lado. Necesito, pensé, volver a casa a escribir sobre esto. Desde el momento en que salí, y mientras ejecutaba toda una serie de acciones, mi mente entró en una especie de nada que se impuso como cuando una cortina de madera cae con todo su peso. Nos despedimos, la puerta se cerró y entré en blanco. Me parecía que no podía pensar, como si alguien hubiese pulsado “pausa” en la banda de sonido interna, como cuando en el cine el artificio sonoro se detiene y uno queda a medio camino entre el despertar de la ficción y la imposibilidad de conectar aún con el mundo real. No pude evitar asociar ese blanco a las convenciones de la gráfica. El blanco que rodea la imagen, como el silencio que antecede a cualquier sonido y lo vuelve, por contraste, perceptible.
Una mano nos muestra una postal de una obra paradigmática de la historia del arte moderno, el Círculo negro. Un homenaje a Liliana Porter y Kasimir Malevich y a lo que los hermana en la distancia: el haber llegado, respectivamente, a jugar en el borde de sus disciplinas. No es casual, el círculo, lo cíclico, es un motivo sobre el que Girardi viene trabajando en Movimiento continuo (Siberia, 2013) y Lost and Found (Damme, 2015). Malevich sostuvo la búsqueda de una pintura que pudiera por fin liberarse de la servidumbre de la imitación de la naturaleza para concentrarse en sus elementos básicos. La búsqueda de la autonomía del medio pictórico lo llevó a la abstracción, al reducir al máximo los elementos formales. Para los suprematistas sólo ese camino revelaría la “sensibilidad pura”, aquello que durante siglos había quedado oculto tras “el tema”. ¿Por qué esa pintura cien años después? ¿Qué trae al presente?. De la historia del arte a la vida cotidiana, la propuesta de Agustina Girardi no cesa de producir reenvíos y líneas de fuga.
Entonces: una impresión, de una fotografía, de una postal, con la imagen fotográfica de una obra pictórica. Las capas podrían enumerarse al infinito. Como si se empeñara en mostrarnos cuán lejos está lo real, o cuán poco de sustancia palpable tiene lo que denominamos con ese término. Algo es seguro, en la intersección entre realidad y representación, algo se vuelve opaco: No conoceremos la historia detrás de esa postal, o el camino que la unió a esa mano. Permanece en la lógica del secreto. Y no es secreto por estar oculto, al contrario. Es secreto porque aún estando allí, siendo bien visible, sólo habla a quienes tienen la clave, el código, la llave. Lo concreto se vuelve íntimo, lo personal, político.
En la obra de Agustina Girardi nada es lo que parece. Todo tiene una historia, todo viene de otro lado, de otro tiempo y sin embargo, aparece congelado, como arrancado de ese proceso. Recortado con bisturí y vuelto imagen: mudo. Entre mudo y mundo, la diferencia es de un solo sonido. La obra de Agustina transita ese límite. Se oculta bajo la fachada de lo simple. Pero detrás, permanece latente el poder de las preguntas que retornan. Lo que vuelve, la reiteración, instala un ritmo constante, regular. Clement Greenberg hablaba de lo repetitivo all over, al referirse a la pintura abstracta que investigando sobre sí misma, se acercaba a lo decorativo. Lo que se repite no atrae la mirada, no exige una lectura minuciosa, impacta al instante, se comprende al segundo. Pero su aparente mismidad engaña al ojo. Puedes ignorarme, parece decir, soy simplemente esto.
Lo múltiple es inherente al medio gráfico y junto con la destreza técnica constituyen las bases de una tradición con siglos de historia. La gráfica no es solo un continente al que Girardi vuelve, sino la estructura misma de su mirada, el lenguaje que aprendió a hablar y a partir del cual nombra todas las cosas. Volver a las bases, lo llama ella, insisitir con ciertos recursos. La precisión de bisturí se adquiere cuando debajo de la mano hay un cuerpo, y en los procesos de impresión cada superficie es un mundo. Mira todo lo que hay ahí, en ese gesto mínimo. O en ese objeto industrial, prefabricado, serial, igual a muchos otros.
La dimensión decorativa de su obra encapsula y condensa la historia del arte impreso en tanto disciplina habituada a transitar los caminos del arte con minúscula, desvalorizada en la jerarquía tradicional de los géneros, más cercana al diseño y lo utilitario. Quizás por ello, aparece hermanada con la ornamentación que desapercibida por menor pero decidida y subversivamente oculta, permanece allí, en lo que está a la vista de todos, todo el tiempo.
Lucía Savloff
Siberia, Septiembre de 2015




